lunes, 22 de abril de 2013

John Locke. Ensayo sobre el entendimiento humano (1690).



SECCIÓN A
Epístola al lector,
Pongo aquí en tus manos lo que ha sido la entretención de algunas de mis horas ociosas y graves. Si te tocara en suerte entretener algunas de las tuyas con este tratado y si obtuvieres de su lectura sólo la mitad del placer que me causó escribirlo, tendrás por tan bien gastado tu dinero como yo mis desvelos [...] poco sabe del entendimiento quien ignora que no solo es la más elevada facultad del alma, sino también aquella cuyo ejercicio entrega mayor y más constante placer. Porque su búsqueda de la verdad es una especie de cacería, en la cual el perseguir a la presa es ya buena parte de la entretención. Cada paso que da la mente en su marcha hacia el conocimiento, le descubre algo que no es sólo nuevo sino que además es, al menos por algunos momentos, lo mejor. Porque el entendimiento es como el ojo, el cual juzga de los objetos sólo por su propio mirar. Se alegra con cuanto descubre y no se apena por lo que se le escapa, puesto que lo desconoce. Así son las cosas para quien se ha logrado erguirse a sí mismo por encima de la caridad y no vivir de ocioso, con las opiniones mendigadas a otros. Cuando tal persona pone a trabajar su propio pensamiento para buscar y seguir a la verdad, no dejará de sentir el placer del cazador, cualquiera sea la presa que logre. Cada momento de esfuerzo premia su empeño con algún deleite y no tiene razones para considerar malgastado su tiempo, aun cuando no pueda jactarse de haber cazado una presa de importancia. Tal es, lector, la entretención de los autores cuando dan alas a sus propios pensamientos para verterlos por escrito. No envidies su placer, puesto que ellos te ofrecen otro equivalente, siempre y cuando emplees en su lectura tus propios pensamientos. A ellos, si son realmente tuyos, es que me dirijo. Pero si tus pensamientos son prestados de otro, poco me importa cuáles sean [...] No vale la pena interesarse en lo que dice o piensa, quien sólo dice o piensa lo que otro le manda. Hay objetos que es preciso examinar por todos lados. Cuando se trata de una noción novedosa, como son algunas de éstas para mí (o cuando la noción se desvía del camino habitual, como temo pueda parecerles a otros que sea aquí el caso), una sola mirada no basta. Ni para franquearle la entrada en todos los entendimientos, ni para fijarla allí con una impresión clara y duradera [...] pocos habrá, creo, que no hayan observado en sí mismos o en otros que, aquello que expresado de un modo resultaba muy oscuro, expresado de otro modo resultaba muy claro e inteligible [...] no todo halaga por igual a la imaginación  de distintas personas. Nuestros entendimientos son tan distintos como nuestros paladares. Quien crea que la misma verdad, aderezada de un mismo modo, será disfrutada por todos, es como quien supone que se puede dar por igual en el gusto a todos con un mismo plato. La vianda podrá ser la misma y el alimento bueno. Sin embargo, no todos podrán aceptarlo con esos condimentos. Y tendrá que ser aderezada de manera distinta si ha de ser aceptable para quienes sean de fuerte constitución. [...] mi propósito al publicar este tratado es el de ser lo más útil que pueda. Esto hace necesario que cuanto tengo que decir sea dicho de manera tan fácil que sea inteligible para una clase tan grande de lectores como me sea posible. Prefiero, con mucho, que quienes están acostumbrados al pensamiento especulativo y sean perspicaces se quejen del tedio de algunas partes de mi obra antes que alguien, que esté poco acostumbrado a la especulación abstracta o que tenga nociones distintas de las mías, no me comprenda. [...] A la república del conocimiento no le faltan en estos tiempos míos sus grandes arquitectos, cuyos diseños al hacer avanzar a la ciencia, dejarán monumentos duraderos a la posteridad. Pero no todos pueden esperar ser un Boyle o un Sydenham. En una época que produce maestros del calibre de Huygens, el incomparable Sr. Newton y otros de su talla, es ambición suficiente el ser utilizado como un peón que limpia un poco el suelo y remueve la basura que yace en el camino del conocimiento [...]

Preguntas:

a) ¿En qué consiste el "placer del cazador" cuando trabaja el entendimiento propio?
b) ¿Quiénes son y qué representan Boyle, Sidenham, Huygens y Newton?.
c) ¿Cómo se presenta Locke, con referencia a su propio caso, la relación entre filosofía y ciencia?

El Sentido de lo Humano. Humberto Maturana


No soy educador, no tengo ese privilegio. Toda mi experiencia en Educación se debe a que soy profesor universitario. Uno no estudia para ser profesor universitario y eso es bueno y malo. Es bueno porque es una oportunidad para desenvolverse como tal desde la seriedad del hacer en el dominio de acciones que se enseña, y es malo, porque hay muchas cosas que tienen que ver con el aprender o con el educar que uno ignora. De modo que no voy a hablar, ahora, sobre Educación, aunque intentaré responder a algunas preguntas sobre Educación. Yo trato a mis alumnos, en mi laboratorio, como miembros de un taller renacentista, es decir, mi laboratorio es un lugar donde ellos vienen a hacer y a reflexionar sobre su hacer. Es desde ese perspectiva y de la reflexión acerca del fenómeno del aprender y del conocer como biólogo, que diré algunas cosas sobre Educación. En cierta manera quiero orientar esta exposición en torno a tres preguntas:
• ¿Qué es el educar?
• ¿Qué se espera del educar?, y
• ¿Cómo es posible educar?
y para hacer esto, quiero reflexionar, ante ustedes, respecto de tres temas:
• sobre el saber y el aprender
• sobre la realidad y
• sobre lo social y el amor.
• ¿Qué es esto del saber y el aprender?
Las teorías que corrientemente usamos para hablar de aprendizaje, de conocimiento o de saber, nos llevan a suponer que el aprender es la capacitación de algo independiente de nosotros. De aquí surgen al menos dos preguntas: ¿Consiste, operacionalmente, el saber en poder hacer referencia a algo independiente del que dice que sabe?, y el aprender, ¿ consiste en la captación de algo externo e independiente de uno? Mi respuesta es que eso no pasa y no es posible debido a la naturaleza de nuestra constitución como seres vivos.
Nosotros como seres vivos somos sistemas determinados en nuestra estructura, y lo que pasa con nosotros en cada instante depende de nuestra estructura en ese instante. En ese sentido, no somos distintos, por ejemplo, de una grabadora. Si uno se acerca a la grabadora y aprieta un botón para hacerla funcionar y no funciona, uno no recurre al médico para que examine el dedo, uno recurre al técnico en grabadoras para que examine la estructura de la grabadora. La grabadora es un instrumento, es un objeto, es un sistema determinado en su estructura. Lo que pasa con la grabadora depende de cómo está hecha. Lo que la interacción hace es solamente gatillar, desencadenar, en la grabadora un cambio estructural determinado en ella.
Nuestra situación como seres vivos no es diferente. Lo que a nosotros nos pasa en cada instante depende de cómo somos en ese instante y no somos sistemas con una estructura permanente, somos sistemas con una estructura en cambio continuo: un cambio que sigue un curso u otro, según las contingencias de nuestras interacciones. Pero, en cada instante, lo que nos pasa está determinado en nosotros. En este instante, lo que ustedes oyen de lo que yo digo, depende de ustedes y no de mí. Cierto, yo soy la instancia en la cual ese oír se da, pero lo que ustedes oyen, cada uno de ustedes, depende de ustedes, no de mí.
¿Y qué será “aprender” entonces?
El aprender tiene que ser algo diferente del captar algo externo, puesto que no se puede dar el captar algo externo ya que, en la interacción, lo que a uno le pasa depende de uno. ¿Que será el conocer en estas circunstancias? Todos nosotros, como profesores o maestros, en algún momento determinado, decidimos si nuestros alumnos saben o no. O si alguien que habla acerca de algo, sabe o no sabe. Ustedes escuchan lo que yo digo y deciden si lo que digo es o no es válido, si sé o no sé.
¿Cómo pasa esto? ¿Qué hace uno al oír lo que el otro dice?
Lo que uno hace es escuchar al otro y decidir si el otro sabe o no sabe sobre la base de que lo que uno escucha del otro satisfaga o no ciertas nociones que uno tiene respecto de lo que uno escucha. De modo que el conocer es una adscripción que uno le hace al otro cuando la conducta del otro satisface el criterio de validez que uno pone al escuchar.
Si yo digo que sé tocar el piano, y ustedes para comprobarlo me ponen ante uno, y yo pulsando algunas teclas produzco una melodía, es posible que alguno de ustedes diga: “¡Ah!, claro, sabe tocar el piano”. Pero Claudio Arrau, allá atrás, dirá: “¡No!, no sabe tocar el piano”. ¿Cuál es la diferencia? La diferencia está en el escuchar, está en el criterio que Uds. y Claudio Arrau ponen al escuchar para aceptar o rechazar lo que yo hago como conducta adecuada o no adecuada en el dominio del escuchar el tocar piano.
El conocimiento es una adscripción que un observador le hace a otro cuando acepta la conducta del otro como adecuada en el dominio en que escucha. En estas circunstancias, ¿en qué consiste el aprender? Todo profesor sabe que un alumno puede aprender el escuchar del profesor y cada vez que un alumno se aprende el escuchar del profesor, lo que hace, en respuesta a las preguntas que el profesor hace, es satisfacer el criterio de aceptación que el profesor tiene en el dominio en que hace la pregunta, y recibe una buena nota.
Pero, ¿cómo se da ese aprender el escuchar del profesor? ¡Se da en la convivencia! El aprender es un fenómeno de transformación estructural en la convivencia.
Nosotros nos dirigimos, frecuentemente, el uno al otro, en el supuesto de que el otro no cambia y muchas veces nos quejamos: “¡Oye! pero ¿qué te hiciste en el pelo?” Es decir, objetamos el cambio, le exigimos al otro una constancia estructural que, de hecho, no tiene ni puede tener. Si uno no ha visto a un amigo durante 20 años y se encuentra con él y le dice: “¡Hola!, pero si estás igual, si los años no pasan por ti!” El amigo sabe que efectivamente ha cambiado mucho, pero hay algo que permanece invariable, que es lo que uno reconoce. Lo interesante es que nuestra actitud es de no aceptar el cambio sabiendo, sin embargo que estamos en cambio continuo.
Maturana Humberto (1995). El Sentido de lo Humano. Editorial Dolmen, páginas 227 a 229
Actividad: discutir el texto y elaborar una sintesis de sus ideas mas importantes, sobre el concepto del aprendizaje. Enviar a correo del docente.